martes, 1 de diciembre de 2009

RESTAURACIÓN DE LA VIRGEN DE CONSOLACIÓN

La imagen de la Virgen de Consolación, como titular del templo, preside el retablo del altar mayor (objeto de este proyecto de consolidación). Debido a su ubicación en el baldaquino del cuerpo principal, y ser éste de muy difícil acceso, es una imagen prácticamente desconocida, incluso para los vecinos de Umbrete, ya que muy pocos recuerdan haberla observado alguna vez de cerca, si bien hay quien asegura que hace décadas procesionó de manera extraordinaria en la procesión del Corpus (el Día del Señor para los umbreteños).

Con motivo de la restauración del retablo, mientras duren los trabajos y por tanto, permanezca oculto tras el toldo, la imagen presidirá el presbiterio, una vez restaurada.

Así, podrá ser contemplada durante los próximos meses por todos aquellos que se acerquen a la iglesia, antes de volver de nuevo al retablo.
Las características morfológicas de la escultura nos remiten a tiempos anteriores a la hechura del retablo, posiblemente a la primera mitad del siglo XVII. Por tanto, se trataría, con toda seguridad (aunque sin estar este dato documentado), de la imagen titular del primitivo templo parroquial de Umbrete, templo que habría presidido hasta que hubiera sido trasladada a la nueva iglesia, una vez concluidas las obras en 1733.
Se trata de una escultura realizada en madera de cedro, y tiene una altura de 125 cm. El manto y la toca están estofados, a diferencia de la túnica, que aparece dorada, con una corladura en los entrantes de los pliegues para crear un mayor efecto de volumen.

Para estar en un lugar tan inaccesible (o quizás gracias a ello) la imagen no presentaba un excesivo grado de deterioro. Lo más llamativo, junto con los depósitos de polvo y suciedad superficial, eran las pérdidas de soporte que presentaba en la base, así como la mano derecha, despegada de la manga del vestido.

Los estratos de preparación y policromía y dorado presentaban un buen estado de adherencia al soporte, siendo pocas las lagunas en el total de la superficie. El borde del manto casi en su totalidad, así como parte de los bordes de la toca y la túnica presentaban pérdidas de la policromía debido al desprendimiento de gran parte de un encaje encolado que ribetea estas zonas, y que, probablemente sean producto de alguna intervención posterior.
La mano derecha, con la que sostiene el cetro, parece no ser la original, debido a que no se asemeja a la izquierda, de dedos mucho menos estilizados; aunque la principal evidencia es que no presenta signos de otra encarnadura subyacente, como sí sucede en el cuello y bordes del rostro de la Virgen y en el Niño.

A nivel de policromía y dorado presenta numerosos desgastes, sobre todo en la trasera y en las partes más salientes de los pliegues del manto.




La separación de los ensambles de algunas de las piezas que conforman la escultura se había reflejado en unas grietas longitudinales a ambos lados de la imagen.


No presentaba repintes, ni un oscurecimiento excesivo. Esto último es debido a que durante las grandes celebraciones de quinarios y novenas, en que se encendían decenas de cirios en el altar, la imagen quedaba tras el telón con que se cubría gran parte del retablo.

Una vez que se bajó la imagen del retablo fue trasladada a la zona habilitada como taller dentro de la iglesia para acometer la intervención.


En primer lugar se eliminó la suciedad superficial (principalmente, depósitos de polvo).


La mano derecha estaba suelta, por lo que, una vez colocado correctamente el dedo meñique (que se encontraba mal pegado) se ensambló de nuevo a la manga de la túnica.


La limpieza de la policromía fue minuciosa y controlada, debido a lo delicado de la película de laca que forma la corladura sobre el dorado de la túnica, así como el temple de los estofados.




Los levantamientos de policromía coincidían con las grietas producidas por la separación de piezas longitudinales. Se procedió como en el retablo, por medio de cola animal y la aplicación de presión y calor con la espátula caliente.

Entre las piezas sueltas de los retablos que se almacenan en las dependencias parroquiales aparecieron dos fragmentos de la base de la imagen. Se completó el volumen faltante con piezas talladas en madera de cedro.

Posteriormente se estucaron las lagunas y las reintegraciones volumétricas, dejando una superficie óptima para la posterior reintegración cromática.



La reintegración cromática de las lagunas se ha realizado con acuarelas, con la técnica del puntinato, consistente en una trama de puntos que, a corta distancia, hace perceptible la diferencia entre el original y la intervención.
Esta reintegración se hace con respecto al color circundante; esto quiere decir que si la laguna está (por ejemplo) en una zona de desgastes del estofado del manto, la reintegración cromática no atiende al azul del manto, sino al rojo del bol que el desgaste del estofado deja al descubierto.









Una vez concluida la reintegración cromática se aplicó una pelícaula de protección a base de barniz de resina sintética.









































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